sábado, 3 de marzo de 2012

¿Qué es lo que hay detrás de Siria?

Algunas veces resulta muy difícil hacer/se a un lado de la maquina mediática para tratar de entender un determinado problema, pero resulta urgente en situaciones como las que vive Siria y la parte del mundo que se “preocupa” por su pueblo.
Los medios de prensa oficiales hacen girar sus secciones internacionales en torno al tema sirio, visto desde la lógica de la democracia y los Derechos Humanos. Vemos a la Hillary Clinton haciendo llamamientos seudoreligiosos a la comunidad internacional para “proteger” y “salvar” a los civiles ante las brutalidades de un gobierno autoritario. El argumento moral, baratija política cotidiana, termina por embrutecernos.
Y la pregunta es, como siempre, ¿Qué es lo que se nos escapa? ¿Cuáles son los discursos políticos que debemos des/estructurar para hacer un análisis concienzudo?
Lo central, una vez más, es situar a Siria dentro el contexto político en el que se encuentra. Las características políticas, culturales y religiosas no son tan simples de aprehender como las de otras realidades de Medio Oriente. Para empezar, hay que hacer mención a que este es un país que se encuentra en la encrucijada oriente-occidente. Y aunque estas categorías reflejan en su mínimo grado –considerando que a veces llegan a ser una caricatura-  la problemática regional, son un instrumento de fácil acceso para la simplificación y comprensión. Lo que se juega en la caída o permanencia del gobierno de Assad es la pugna entre estos dos modelos geopolíticos.
Por un lado tenemos las aspiraciones del hegemón norteamericano, su aliado europeo y el enclave israelí. Por otro, unas formas político-culturales que, hasta el momento, no se han sometido completamente a los designios de las potencias predominantes post II Guerra Mundial.
Basta con ver que los países que apoyan la intervención armada de la OTAN y sus gobiernos que son, precisamente, los Estados con características prooccidentales. Arabia Saudita, Bahrein, Qatar, Kuwait, entre otros. Y los gobiernos que se oponen a esta esrategia están en la batalla por conservar su relativa autonomía frente al neocolonialismo. Hay que agregar, como fenómeno de suma importancia, el rol de las potencias, no ya emergentes, sino re/surgidas. Rusia y China.
A Rusia y China le importan muy poco los Derechos Humanos y la Democracia. Al menos no en lo que tiene que ver con la exportación de estas construcciones. De más está decir que a EEUU, Europa e Israel, mucho menos. Lo que está en juego es un tipo de hegemonía en la región.
Siria no es más que un “síntoma” de lo que está ocurriendo en el mundo. Así lo manifiesta, por ejemplo, Marwan Bishara, analista político de Al Jazeera. Lo que se está jugando en este escenario en la predominancia de unas potencias u otras.
Basta con ver el mapa. Medio Oriente es la frontera entre el mundo occidental y el Oriente. Si cae Siria, eventualmente hay mayores posibilidades de que también lo haga Irán. Y la caída de Irán, con la consecuente instalación de un régimen prooccidental sería un golpe de puño para Rusia y China. Al mismo tiempo, un problema a resolver para India.
Irán, Pakistán y Afganistán son Estados que aún mantienen un nivel de resistencia a los intereses coloniales de Occidente. Afganistán es un fracaso para Estados Unidos y un ejemplo claro de esto es el desastre que ha implicado la quema del Corán y las no publicitadas muertes de militares norteamericanos a manos de las fuerzas policiales y militares afganas que ellos mismos están  entrenando. Estos países tiene  una mayoría de población islámica shií, rama que se encuentra muy cercana a la representada por Al Assad, la corriente Alauí.   Otro elemento a considerar.
Siria ha vivido en los últimos años un proceso de liberalización económica, al estilo de las exigidas  por el FMI a tantos países europeos y latinoamericanos. Esto ha traído como consecuencia una disminución considerable del rol del Estado y con ello la evidente impotencia de sus ciudadanos. Además de los legítimos intentos de la población por botar los obstáculos para el verdadero ejercicio político, ¿es posible que se pueda levantar un puente entre el descontento latinoamericano en plena aplicación del Consenso de Washington o en la crisis político-financiera europea actual, ambos manifestados abiertamente con protestas que en mayor o menos medida han implicado uso de violencia por parte del Estado?
Por otro lado, tenemos a grupos opositores diferenciados claramente. Por una parte, y concentrados principalmente en las estructuras que se organizan desde el extranjero, está la oposición que funda su discurso en la liberalización económica con su potencial constitución como elite economicopolítica. Por otro lado, una oposición que pugna por reformas que permitan mayores libertades políticas y civiles. Las primeras, lideradas por el Consejo de Nacional de Siria, apuestan por la intervención directa de la comunidad internacional –entiéndase OTAN y los Estados parte- o por armar a los “rebeldes”. La otra oposición no concibe, bajo ningún término, la intervención extranjera.
Siria, siguiendo con la lógica de frontera, es,  junto a Irán, el principal financiador de las milicias de Hezbollah, organización que tiene tomado la mayor parte del sur de Líbano, país que limita con Israel y que se constituye como una democracia liberal-occidental “estable”. Si cae Siria, Hezbollah se vería en serios problemas en cuanto a su resistencia al sionismo y sus patrones de dominación, con las evidentes consecuencias para Palestina, principal obstáculo para el control de Medio Oriente por parte de Israel. Guiño importante a la hora de ver porqué, a pesar de las protestas implícitas de Obama, la fuerza del lobby sionista pesa demasiado a la hora de una actitud que beneficie la lucha electoral de los demócratas en Estados Unidos.
En definitiva, la suerte de Siria en el presente no es más que el resultado de los cálculos geopolíticos de las potencias en la región. Y esto, si miramos el mapa del “mundo” no refleja más que el reacomodo, el desplazamiento de los espacios de poder hegemónico en la política internacional. Cuestión que, querámoslo o no, nos afectará a todos, directa o indirectamente.
Moraleja, poner más atención.

viernes, 2 de marzo de 2012

Irán o el circo nuclear

Nada de curioso es que las potencias occidentales suelan utilizar el miedo como instrumento para justificar sus guerras, una herramienta de fácil uso que apela con desfachatez a las emociones humanas más primarias para nublar el análisis. Ya lo vimos con Irak, donde, a partir de la afirmación de la existencia de armas de destrucción masiva y el peligro del terrorismo internacional para toda la comunidad internacional se procedió a la invasión ilegal del país. Esta hipótesis, a poco andar, fue destruida por los hechos y a partir de eso, los ocupantes no se preocuparon más por elaborar  justificaciones. Ya había sido derrocado un gobierno que consideraban molesto, hicieron  grandes negocios y destruyeron  el país.
El caso de Irán guarda ciertas semejanzas. La recurrencia al terror como estrategia es, nuevamente, la encargada de hacer la incisión en las conciencias y a partir de esto, introducir fácilmente el discurso de la “necesidad”  de una guerra neocolonial. Esta vez, con la excusa de una posible guerra nuclear.
Se habla sin discriminación, en los espacios políticos y en la prensa de la “amenaza nuclear iraní”. Para empezar, esa “amenaza” -concepto de difícil sujeción- no ha sido corroborada por ninguna instancia internacional, ya que, hasta el momento y según fuentes especializadas, Irán no posee la capacidad de construir armas nucleares. Entonces,  lo que, efectivamente se busca evitar es la obtención de ese tipo de capacidades. Y la hipótesis de la búsqueda de esos instrumentos por parte de Irán no puede ser afirmada con certeza por ninguna organización oficial. Por su parte, Irán ha declarado innumerables veces que sus  planes de desarrollo nuclear son con exclusivos fines civiles, lo que se traduce en “pacíficos”.  En suma, no se está ante una amenaza nuclear, sino, estrictamente, ante la posibilidad de que un Estado específico construya los instrumentos para, posiblemente, desarrollar armas nucleares. Cuesta un poco ver la diferencia, pero en el fondo, es un detalle es fundamental. EEUU, la UE e Israel han presentado esta dramática puesta en escena solo por la posibilidad de que, en algún momento, Irán pueda tener las herramientas para construir armas nucleares. Al menos, es un elemento que considerar al analizar el contexto general.
Por otro lado, ¿es posible que sigamos considerando que es legítimo que se exija no nuclearización a algunos países mientras otros puedan estar libremente, no ya capacidad de construcción de armas, sino en posesión de armas nucleares propiamente dichas?
Según el Tratado de No Proliferación de Arnas Nucleares de 1968, existen países que no pueden tener armas nucleares, -la casi totalidad del mundo-, y otros  que sí. Evidentemente, los únicos que pueden tener este tipo de armas son las potencias. EEUU, Francia, Inglaterra, Rusia y China. Coincidentemente, son los triunfadores de la IIGM y, por consiguiente, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, poseedores del poder de veto y quienes deciden, arbitrariamente, que es o que no es una amenaza para la paz y seguridad internacional.  ¿Respeta esto el principio de igualdad soberana de los miembros de la Organización de Naciones Unidas establecidos en el artículo n° 2 párrafo 1 de su Carta fundacional?
¿Por qué deberíamos considerar con mayor fuerza los argumentos de EEUU, Israel y la UE? ¿Por qué, precisamente, EEUU, que no ha ratificado el Tratado de Prohibición Total de Ensayos Nucleares e Israel que no ha firmado este ni el Tratado de No Proliferación Nuclear, hacen exigencias a un tercer país cuando no han cumplido ni piensan cumplir los mínimos acuerdos internacionales al respecto? Preguntas al extremo ingenuas al tiempo que caústicas. Prepotencia absoluta.
Como antecedente adicional, y situación más absurda aún, es que es precisamente Israel, el principal promotor de la invasión, el país que cuenta con más de 200 cabezas nucleares activas (la mayor capacidad después de los miembros permanentes del CS) no declaradas. Esta información ha sido difundida, incluso, por el expresidente de EEUU Jimmy Carter
Volviendo a la contingencia, debemos señalar que ha habido declaraciones de especialistas norteamericanos e israelíes, entre otros, que advierten las dificultades de un ataque exitoso a Irán por parte de Israel, con o sin Estados Unidos. En primer lugar, las distancias,  las armas existentes y las dificultades que conseguir las ubicaciones precisas de los objetivos no permitirían un bombardeo definitivo y, en el mejor de los casos, el resultado sería el retraso de unos meses de los supuestos planes nucleares, pero no la destrucción de las instalaciones. A esto debemos agregar que las rutas de vuelo implicarían la autorización de uso de espacio aéreo por parte de Jordania, Arabia Saudita, Turquía o Irak,  lo que no necesariamente es un asunto de fácil resolución.
Considerando las debilidades militares de Israel  -en relación a esta específica coyuntura-, se puede dar credibilidad a la hipótesis de que, a partir de bombardeos que seguramente no lograrían mucho, la apuesta del atacante sea producir una desestabilización interna capaz de hacer que caiga el gobierno de los ayatolas. Cuestión que, por lo demás, está explícitamente prohibida por la Carta de la Organización de Naciones Unidas.
¿Y para qué intenta el enclave occidental en Medio Oriente acabar con el régimen islámico?
Desde mi perspectiva, la respuesta es compleja y más aún, incierta. Esto porque además de la necesidad de control de la ruta del petróleo, cuestión obvia, existe bastante evidencia para establecer que existe un asenso de Irán como potencia regional. Tanto a nivel de liderazgo político como económico. De alguna manera hay que tratar de insertar el tema de Irán (y el de Siria, el mas “fiel” aliado de Irán hasta el momento) en el mapa político regional. Basta ver cómo las intervenciones de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán e Irak han sido un fracaso, haciendo imposible la instalación de gobiernos con la estabilidad suficiente como para controlar a sus pueblos y someterlos a los dictámenes políticos extranjeros; como las relaciones con Pakistán están cada día más tensa y cómo la influencia de las potencias china y rusa articulan un escenario complejo para “occidente”, donde, cada vez más, los procesos decisionales son asumidos con cierto margen de autonomía internacional.
Más que el tema del petróleo, tema de controversias por excelencia hoy, lo que está en juego es la hegemonía total de una cultura, de unos modelos políticos específicos, de un modo de hacer economía de los Estados que, al menos durante el siglo XX han disfrutado de la posición poder absoluta.
Definitivamente, los argumentos que los Estados con poder esgrimen para atacar a Irán son un absurdo. Si la preocupación por las  amenazas a para la paz y seguridad internacionales fuera tal, el primer cuestionado sería Israel, país que, en los últimos 50 años, invadió Líbano, en 1978, 1982 y 2006; bombardeó Siria en  2007  y mantiene invadida a  Palestina desde 1967, llevando a cabo ofensivas militares que han dejado miles de muertos en 1967, 1987, 2000, 2008 y 2009 además de las víctimas permanentes de la ocupación, entre otros tantos asuntos militares.  
Así, ¿es posible pensar que algún país u organización internacional tenga la osadía de  poner un  ultimátum al “matonaje” regional de Israel? ¿Es posible vislumbrar al Consejo de Seguridad exigiendo a EEUU, Rusia o Israel un desarme inmediato para garantizar la paz mundial?
Y si aún bajo este argumento descabelladlo (que parte de la premisa de que somos, el resto del mundo, totalmente estúpidos), se realiza un ataque que difícilmente podría cumplir su objetivo, ¿a qué intento de síntesis podríamos llegar? Hegemonía…
¿Y hegemonía para qué?

Protestas en Grecia. ¿Existe otra salida?

El plan de austeridad exigido a Grecia  por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional, fue aprobado por el parlamento y,  en síntesis, implica la disminución del salario mínimo en un 22%;  la reducción de las pensiones y el despido, para el año 2012 de un total de 15.000 trabajadores públicos.
Durante una huelga general de 48 horas y en el período de la sesión del parlamento que aprobó las medidas, el pueblo griego se manifestó en las calles: enfrentamientos con la policía, 34  edificios quemados, al menos 100 heridos y 40 diputados expulsados de sus partidos.
Para comprender los impactos de las nuevas medidas se puede hacer un ejercicio simple. Pensemos que el sueldo mínimo en Chile, de $182.000, se viera reducido de golpe a $141.960. A eso súmele un porcentaje oficial de desempleo de 19,20% a octubre de 2011 y el despido de 150.000 trabajadores en los próximos 3 años, sobre una población total de 11.319.048[1] millones de habitantes. ¿Qué haría usted?
Ante esta situación y considerando  que las nuevas condiciones corresponden a poder cumplir con los pagos a los bancos acreedores de la deuda griega, la desesperación y la rabia son el resultado lógico.
La imagen de un parlamento cercado por policías ante el pánico que produce la manifestación de descontento popular es iluminadora. Decisiones que son tomadas a puerta cerrada con tal nivel de oposición por parte de la población no caben dentro del cínico culto a la democracia. Definitivamente, las autoridades griegas no tienen la legitimidad necesaria para ejercer el poder político formal.
Aún así, es importante recalcar que hay resistencia. Parte de ella está organizada y con objetivos claros que surgen del análisis de la realidad nacional y no solo de reivindicaciones sectoriales. Un ejemplo de ello es el proceso que vive un hospital griego que ha sido tomado bajo el control de sus trabajadores y que, este otras cosas, decide entregar atención gratuita a todos quienes acudan a él. En la declaración pública emitida por la asamblea plantean que “Los trabajadores del hospital general de Kilkis responder a este totalitarismo (el del gobierno) con democracia. Ocupamos el hospital público y lo sometemos a nuestro control directo y total. A partir de ahora, el hospital de Kilkis será autogobernado y el único modo legítimo de decisión será la asamblea general de sus trabajadores”. Esto es ejercicio de poder popular, con legitimidad y osadía.
Lo que viene para el pueblo griego no es simple de saber. Lo único claro es que hay dos conceptos que están instalados. Protesta y resistencia. Y para el resto del mundo, estar atentos, aprender y solidarizar.


[1] Datos del Banco Mundial